Miguel se mira desnudo en la bañera y piensa feliz. “Este cuerpito no va a estar así toda la vida, creo que llegó el momento de hacerme actor porno”
Miércoles.
1 de la mañana. Maxi se quiere dormir. Armando Puentes no se puede dormir.
Paula maldice el bar de día donde trabaja y quiere quedarse paseando en bici
con Fede. Julián duerme en paz con Gaby. Belén chatea esperando que haya algo
en la vida y que le pase algo. Fabián se excita viendo fotos de minas en
bombacha y corpiño. Agusto sigue pensando “quiero hacerme mina” Luciana se
excita viendo la novela. Gilda coge. Poncho coge. Carlita está con su amiga de
la primaria contándose los lunares. Van a terminar cogiendo. Fabián coge. Heidi
está pensando en matar a su abuelo, cobrar la herencia e instalarse en la gran
ciudad. Rubén no coge. Silvio está con
dos travas. Otros no hacemos nada. Daniela se toma un cuba libre y escribe sus
historias cortas de sexo. Y todos pensamos en sexo. Un tópico inagotable.
Tina sabe
muy bien como atraer a los hombres, y sabe muy bien cómo auyentarlos. Por
ejemplo, el otro día se cruzó con unos gomas de la facultad.
-Qué hacés?
Todo bien? Vení, sentate a comer una porción de pizza!
-No,
gracias, divinos, estoy haciendo la dieta de la diarrea!
Olivia. 40
años. Vende productos avón. Recorre de acá para allá las calles del centro para
encajarle sus productos a nuevos clientes. Después de muchas insistencias,
aceptó verse con un pendejo de 20 años que trabaja en una remisería y no sabe
por qué se fijó en ella. Olivia se puso su vestido negro y lo esperó a Rubén en
la puerta de su edificio hasta que la pase a buscar. Rubén llegó puntual. Esa
noche ella supo muchas cosas de Rubén. Descubrieron que a ninguno de los dos
les gusta irse a dormir con la cama desarmada, que no comen los bordes secos de
la pizza, que ambos sospechan que Andrea Politi es mala mina. Y no sólo eso.
Rubén, sin que ella se lo pida, le hizo lo que la erotiza en su vida, que es
chuparle el dedo gordo del pie.
Ruth. 37
años. Trabaja en una oficina de microcentro. Recepcionista y secretaria. Ese
día fue a llevarle unos cheques para firmar a su jefe, y lo sorprendió con la
mina que les lleva el café. Estaban cogiendo arriba del escritorio. Ruth se indignó.
Le pareció una cosa sucia. Eso no debe hacerse en el trabajo. No se debe hacer.
El jefe la llamó aparte y le pidió disculpas. Le dió el día libre para que se
recupere de la situación vivida. Cuando llegó a su casa se sacó los zapatos, la
pollera tubo que le aprieta como un embutido y pensó “será que yo también me lo
puedo coger?”
Sandra se
mira desnuda en la bañera y piensa feliz “A mis alumnos le gustan mis tetas. No
voy a revelar el secreto del corpiño reforzado”
Saverio. 50
años. 30 años de casado. Trabaja en la Rural. Eso quiere decir que ante sus
ojos ve pasar gran cantidad de mujeres de 1,70, pelo largo y cutis perfecto que
promocionan todo tipo de productos. Las minas se le tiran porque el está muy
fuerte. Su mujer es una vaca. Pero sin embargo, la ama, cree en el amor hasta
la muerte y ya no le molesta tener que depilarle cuando ella se lo pide el pelo
negro que le sale en la berruga de la espalda.
Fabián y
Lautaro empezaron a salir hace dos años. Se conocieron en el barrio. Él es
profesor de Tae Kwan Do y él es estilista. La pasan muy bien. Esa navidad,
después de verse cada uno con sus respectivas familias, volvieron a su casa,
brindaron, ya estaban en pedo pero se pusieron un poquito más y cogieron por
toda la casa. Después de coger Lautaro seguía en pedo, y le empezó a confesar
de una vez que lo cagó, cagandose de risa. A Fabián le cayó muy mal. Se
empezaron a pelear, lloraron los dos, Lautaro se tomó un taxi y se fue a la
mierda. No se vieron nunca más.
Gustavo
tiene 18 años. Se acaba de recibir. No quiere ser arquitecto. No quiere ser
abogado. No quiere ser contador, ni escribano, ni profesor de ciencias exactas,
no quiere ser jardinero. Quiere ser colectivero de larga distancia, o transportista
de carga pesada, para viajar día y noche y parar en esos boliches en el medio
de la ruta, a pedirse un chopp de birra y un choripete.
A pesar de
todas las boludeces que los humanos decimos, hay que prestar expresa atención a
la cantidad de cosas serias que callamos. Por ejemplo, Sole se calló una vez
que la coordinadora del viaje de egresados que le habían tirado una piedra en
el ojo en una excursión nocturna
preguntó quién fue, Santi se calló cuando su padre le preguntó dónde estaba
el huevo de pascua enorme que se iban a comer el domingo, Valentin se calló esa
vez que la mina que seseaba preguntó “alguien baila conmigo?”, Felipe se calló
cuando la madre le preguntó qué estaba haciendo en el cuarto que había tanto
ruido, y Flavia, Maxi, Guille y Samanta se callaron cuando Ivana preguntó “qué
gusto tiene la wasca?”.
A Gise
nadie la quería en el colegio. Era traga, tranquila, medio pelotuda y le
costaba mucho relacionarse con gente. Cuando contó esto en la casa de sus
primas, a ellas se les ocurrió una idea buenísima para que todos hablen de
ella. Le pusieron una minifalda, le pintaron los ojos y labios, le tiraron el
pelo para atrás “así da más interesante”, le pusieron un corpiño push up que le
dejaba las tetas como dos cabezas de enano y lo llamaron a Miguel, un pibe de
quinto que lo conocía todo el colegio. Miguel se infartó. No lo podía creer
“Premio revelación!”. No era parte del plan, pero Gise le terminó chupando la
pija en el baño, y Miguel la grabó con su celular, subió el video a youtube y
se hizo muy popular.
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